Escher y las matemáticas 6

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Cuando se quiere ilustrar la relación entre arte y matemáticas, mostrar hasta dónde el diseño gráfico puede utilizar la recursividad, cómo se pueden construir sobre el papel figuras imposibles o adornar con matemáticas la fachada de un edificio, todo lleva a Maurits Cornelis Escher.


Escher nació en 1898 en Leenwarden (Paises Bajos) era hijo de ingeniero y como otros muchos genios odiaba la escuela, sus resultados en matemáticas eran penosos y solamente encontró alivio en las clases de dibujo de su maestro F.W. van der Haagen de quien aprendió los grabados en linóleo y posteriormente -tras abandonar arquitectura- de Samuel Jessurum de Mesquita que le enseñó a hacer xilografías (planchas de madera que permiten múltiples copias de una obra).

Viajó por Italia, las obras que muestra paisajes están muy influidas por la costa del sur del país, también estuvo en España, se sabe que visitó Córdoba y Granada y que quedó muy impresionado por la Alhambra. Por eso se le dedicó una exposición y a partir del 22 de junio se puede ver un programa de 25 minutos en la cúpula del planetario titulado el Universo de Escher.

A pesar de su «fracaso» escolar Escher siempre estuvo interesado en las matemáticas -que estudió por su cuenta- no solo para mostrar las paradojas que representan sus figuras imposibles sino por muchos otras razones. En su obra se aprecia su obsesión por plasmar en superficies planas los espacios tridimensionales (de maneras muy diferentes a como se había hecho hasta el momento) como las teselaciones -patrones repetitivos que cubren el plano- o el concepto de infinito. En sus límites circulares se pueden observar dos de estás ideas, a la vez que cubre el plano con solo dos patrones, por ejemplo un ángel y un demonio, va creando por medio de giros y cambios en la escala continuos la sensación de mostrar todo un espacio infinito en una pequeña superficie.

En esta obra se aprecia otra idea muy repetida a lo largo de sus grabados y dibujos: el concepto de dual, los ángeles blancos rellenan perfectamente el espacio que dejan los demonios negros y unos no se pueden entender del todo sin los otros.

Cuando en 1935 vuelve a Bélgica, a la vez que el buen clima, abandona los paisajes y se centra en sus ideas más introspectivas, autorretratos y creaciones más intelectuales. M.C. Escher no alcanzó gran popularidad hasta 1952 y prácticamente vivía de sus padres, a partir de ese momento se congratuló de tener en su casa «una máquina de hacer dinero» que era como llamaba a la prensa donde sacaba copias de sus grabados. En vida llegó a diseñar sellos y obras de madera a partir de sus dibujos. Falleció en 1972. A parte de sus numerosísimas referencias virtuales, tiene un museo dedicado a su obra en La Haya.

La imagen de apertura es una genial recreación con Legos de «Relatividad» hecha por Andrew Lipson y muy bien explicada aquí

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