¿Qué tiene de particular el veinticuatromil novecientos cincuenta y ocho?
Lo que seguro que no es el 24.958 es un número aburrido. A quien así lo piense le recordaré una historia real.
En cierta ocasión, el matemático inglés G.H. Hardy fue a visitar al hospital a Ramanujan, el autodidacta genio indio de las mates enfermo de tuberculosis. Aquel día su pupilo estaba apático y sombrío, así que decidió contarle que el número del taxi que le había llevado era «bastante aburrido». ¡Qué provocación! «¿Y cuál es ese número querido maestro?». «1729». Entonces el brillante joven indio mordió el anzuelo de Hardy con indignación. ¿Cómo que aburrido? «1729 es -ni más ni menos- el primer número que se expresa como suma de dos cubos de dos maneras distintas».
El tema de los números «no interesantes» lo zanjó tiempo después nuestro admirado Martin Gardner: si hubiera números no interesantes los podríamos ordenar en una lista y el primero de esa lista ya tendría una propiedad muy interesante.
Mi número, el 24958, no es ni mucho menos tan elegante como el del taxi de Hardy, aunque resulta ser el doble de 12479 -que es primo-, algo que lo convierte en libre de cuadrados. También resulta divisor de 53 elevado a 17 menos uno, siendo este dato algo tremendo porque no puedo ni imaginar cuanto será 53 multiplicado por si mismo 17 veces.
Para mi lo más interesante que tiene 24957 es que es mi dorsal en la carrera contra la leucemia infantil que propone la fundación unoentrecienmil.
Hace algunos años tuve la suerte de trabajar como profesor en el servicio de atención a domicilio. Tenía que ir a las casas de niños convalecientes -la mayor parte, pacientes oncológicos- y fue toda una experiencia. Era emocionante ver cómo estos adolescentes agradecían tu llegada. ¡La llegada del profe de mates! Para ellos era una oportunidad de tener la cabeza alejada de la enfermedad, resolviendo retos problemas que les ayudaban conectarse un poco con su añorada (!) escuela. Nunca olvidaré a César, que quería ser torero. Su madre me dijo que César fue feliz cuando se quedó sin escuela pero que su felicidad le duró diez días. Al undécimo, se aburría como una ostra y celebraba los días en que sus profesores le visitábamos, lamentando doblemente perder clases por tener una revisión.
Si queréis colaborar en esta carrera podéis haceros socios de la fundación u obtener vuestro dorsal enviando un SMS al 28099 (1,20€) que serán donados íntegramente a la fundación.
Quiero agradecer a la fundación unoentrecienmil que me hayan permitido participar en esta fiesta de blogs solidarios con la investigación.
No dejéis de tocar las mates.
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