El próximo 4 de octubre se celebra en Barcelona la 11ª jornada de enseñanza de las Matemáticas, que organizan las sociedades de Matemáticas SBM-Xeix, SCM, Feemcat y Al-Khwaritzmi (cartel e inscripción), os animo a que vengáis. Tengo la suerte de encontrarme en el programa (por partida doble) junto a personas que admiro tanto como David Barba, Toni Vila, Laura Morera o Cecilia Calvo. También estará mi querida Maria Antònia Canals, maestra de maestros, memoria de una época e inspiración de tantos.
Recuperamos para la ocasión la carta que Canals dirige a su compañera de batallas Marta Mata, pedagoga y política, con la que fundó la asociación de maestros Rosa Sensat y con la que mantuvo encendida la llama de las escuelas de la República, seguras como estaban de que la educación era la única forma de hacernos mejores.
Querida Marta:
¿Por qué tengo que comenzar así si ya sé que no me oyes, que no me lees, que no estás aquí…?
Pero, aunque estoy segura de esto y de que no sé como harás para leerme, y aún cuando estoy convencida de que no me responderás –porque últimamente no me has escrito nada–. A pesar de las distancias más que cósmicas… estoy convencida de que de una manera u otra me estás escuchando y te gusta que te escriba.
Hoy tengo ganas de decirte cosas que solo podemos alcanzar con la memoria. Cosas que ya son solo recuerdos, trozos de nuestras vidas que compartimos tú y yo, y que los demás difícilmente podrán comprender, porque, aunque las sepan, no las podrán saborear como nosotras.
Pero da igual. De momento, y por todo lo que tiene que ver con el recuerdo, y otros motivos que no sé expresar he querido aprovechar la ocasión y escribirte, y por aquello de los «números míticos» que tanto nos gustaban a ti y a mi, he recogido 7 recuerdos.
Y fíjate lo que ocurre: justo al empezar la carta veo que la primera palabra es «querida», esto es, habla de amor. Todos saben que «el amor es más fuerte que la muerte»*. Y pienso que ¿quién sabe? Puede ser que de alguna manera que ahora desconocemos me respondas esta carta, a mí y a todos los amigos que la lean. Estemos atentos por si acaso…
Así que decididamente: QUERIDA MARTA:
1. ¿Recuerdas cuando nos fuimos a París, a la Sorbona?
Era la época en que el solo hecho de conseguir ir a París ya era una proeza. Íbamos como dos estudiantes «oyentes» (lo que entonces se estilaba) ya no tan jovencitas: pasábamos de los 25 años y ya éramos maestras de la escuela Talitha.
Tú sabías que había una profesora muy buena en la didáctica de las ciencias naturales de los estudios de Magisterio. Yo no sé cómo lo hacías, pero tú lo sabías todo. Tú tuviste la idea de que siendo así, la cosa más normal del mundo era ir a París para escuchar una clase, independientemente de las mil dificultades que en la época de la dictadura había para obtener un pasaporte y un visado. Tú hiciste los trámites, es decir, escribiste a la profesora y le pediste que nos dejara asistir a una clase suya, íbamos a estar bien sentaditas al final de la clase… no haríamos ningún ruido….
Después me convenciste a mí, era absolutamente necesario ir; sin ver esa clase no podríamos ser nunca unas buenas maestras. No creo que convencerme te supusiera la más mínima dificultad, porque yo, en aquellos tiempos, estaba dispuesta a cualquier esfuerzo con tal de ir a París, y más si se trataba de algo positivo para «la causa «.
La «causa» era aprender a ser buenas maestras, para que el día de mañana hubiera buenos ciudadanos, y así nuestro país pudiera sobrevivir.
Tú, y Maria Teresa Codina [fundadora de la Escuela Talitha], de la que evidentemente obtuviste el acuerdo, lo formulabais todo muy bien. Erais «la cordura» de la cuestión; yo hacía de «arrebato», y así todo iba adelante …
No recuerdo nada del viaje, ni de París, pero nunca olvidaré aquella clase, que era sobre «la manzana», es decir, de cómo hacer que los niños y niñas observaran una manzana con toda la seriedad y la profundidad del mundo.
Para mí fue una lección fundamental, no por la manzana en sí misma, sino por varias cosas que siempre han sido claves:
– Comprender qué quería decir «observar» para los niños y niñas de primaria.
– Ver, de repente y para siempre, que el papel de una maestra no es «explicar» (la manzana o lo que sea) sino conseguir que alguien descubra y aprenda algo.
– Que yo no podía hacer nada mejor que aprovechar todas las ocasiones para seguir este camino que había escogido sin ni imaginar hasta dónde me llevaba.
Gracias, Marta, por haberme llevado a París. Muy a menudo refresco este momento, no sólo como recuerdo sino como una parte importante de mis razones para vivir.
2. ¿Recuerdas cuando llevaste al Sr. Galí a Verdum a ver mi escuela?
Era un mediodía, cuando los niños ya estaban recogiendo y preparándose para ir a casa, a comer.
Yo, entonces, al comenzar la escuela Ton i Guida, había tenido que dejar las entrañables reuniones que hacíamos, quincenalmente los sábados por la tarde en casa de Alexandre Galí. Según tú me dijiste después, él había preguntado el motivo de mi ausencia y, al decirle tú que me había ido a empezar una escuela en Verdum, expresó el deseo de visitarla, y tú lo movilizaste todo rápidamente y nos lo trajiste …
En un primer momento me supo mal que cuando llegasteis los niños y niñas ya hubieran terminado el trabajo, porque yo hubiera querido demostrar que mis niños de Verdum trabajaban el «montessori» tan bien como los de Sarrià o Pedralbes. Pero ya era demasiado tarde … Los niños ya se iban a casa a comer.
El Sr. Galí (así es como le decíamos nosotros) miró todo detalladamente, con su mirada siempre pedagógica, y cuando yo ya había despedido al último alumno, me dijo:
–Muy bien chica ¡te felicito!
Y yo le respondo:
–Pero Sr. Galí, si no nos ha visto trabajar….
–Yo he visto tres cosas -dice él- primera, que al quitarse el babi, nadie ha dejado las mangas del revés. Segunda, que en el baño, a pesar de las pésimas condiciones en que está, no hay ni una gota de agua en el suelo. . . .Y tercera, que tú has despedido a los niños y niñas, uno por uno, llamándolos por su nombre.
Es difícil que ahora mis compañeros y amigos se imaginen que representaron para mí aquellas palabras del Sr. Galí, hasta qué punto me dieron ánimos. Tú fuiste su único testigo. Lo que quizás no sabes es cuántas veces me han acompañado, recordando qué es lo esencial en la educación.
Gracias, Marta, por haberme sido tan cercana y por haberme llevado al Señor Galí al colegio cuando más lo necesitaba, como quien le lleva a un enfermo el médico más adecuado.
3. ¿Recuerdas las primeras escuelas de verano?
Casi da risa que yo te pregunte esto a ti. Me imagino más bien que tú me lo preguntas a mí, pero hay que seguir las consignas pactadas al comenzar la carta.
Algunos han escrito la historia de todas las Escuelas de Verano, de sus dificultades, sus conclusiones y sus logros. ¡Estoy segura de que para todos los que de una manera u otra las hemos vivido y las vivimos, son inolvidables! Pero yo ahora sólo quiero comentarte un recuerdo directamente ligado a ti.
Había, quizás en primer lugar, el placer de reunir un grupo, lo que en sí mismo ya estaba prohibido, y esto solo, en la situación política que vivíamos, ya era muy importante, sobre todo porque estábamos seguras de que lo hacíamos era necesario para nuestros niños y niñas.
Pero recuerdo sobre todo la expresión de tu cara, tu manera de sonreír cuando contemplábamos aquellas riadas de maestros jóvenes, como si estuvieras diciendo «¡mira lo que hemos conseguido!». Tu sonrisa demostraba nuestra inmensa satisfacción, y tu entusiasmo, profundo y serio, que no he vuelto a ver más en los espacios públicos, para mí, era la prenda que estábamos en el buen camino.
4. ¿Recuerdas cuando decidimos la primera estructura de Rosa Sensat?
Muchas cosas se decidieron en aquellas largas reuniones, casi siempre nocturnas, donde todos aportábamos nuestro granito de arena, y todos los granitos se convirtieron en un edificio, que todavía está bien derecho y sigue creciendo…¡Para todos nosotros era una experiencia tan estimulante!
Quisiera ahora recordar especialmente un momento de esta construcción en el que decidimos que habría tres equipos de gobierno, correspondientes a tres tipos de actividades necesarias: El equipo pedagógico, el de sensibilización y el de la economía.
Todos nos íbamos apuntando a lo que se adecuaba mejor a nuestras capacidades y deseos, y tú recogías y aceptabas el deseo y la propuesta de cada uno.
Cuando me llegó me el turno, creo que, como todos los compañeros, tú esperabas que yo escogería «el equipo pedagógico», ¡y no! Sin lugar a dudas, yo me propuse para el equipo de sensibilización. Pensaba que todos me replicaríais algo… ¡Ninguno dijo nada!
Llevábamos un bagaje de poco tiempo de trabajo; todo era nuevo…. Pero tu espíritu de respeto a todos y cada uno, que ahora llamaríamos «democrático», ya había comenzado a impregnar el ambiente … recuerdo que, de tu parte, yo siempre encontré aceptación y mucha confianza.
Al principio, el equipo de sensibilización, tal como lo recuerdo, sólo éramos dos personas: Luis María Sunyer y yo. Él conocía personas clave, o pequeños grupos (corales, grupos de filatelia, asociaciones parroquiales …, lo que fuera) de muchos pueblos y ciudades de Cataluña, y preparaba la jugada con ellos. Luego aprovechábamos para coger el coche un día laborable cada semana, al atardecer o por la noche, e íbamos a encontrar el pequeño grupo local, que mientras tanto ya había aumentado en número, y les explicábamos que un aspecto irrenunciable de la recuperación del país, en la que todos soñábamos, era volver a tener las buenas escuelas que habíamos tenido antes del 1936. Esta era la famosa «sensibilización», por llamarla de una manera inocente y poco sospechosa.
Al volver «a casa», normalmente el sábado, pasábamos revista contigo de lo que habíamos dicho y de las respuestas de la gente … Yo disfrutaba de tus interpretaciones. ¡Para mí era una actividad tan gratificante! Y una fuente de esperanza.
5. ¿Recuerdas cuando tú y yo, en una escuela de verano, tuvimos una idea genial que ahora sería impensable?
(Aquí quisiera hablarte sólo de un hecho concreto de una de las Escuelas de Verano que organizamos en Bellaterra. Estoy segura de que tú no la has olvidado.)
Para mejorar la calidad de un curso que yo tenía que hacer sobre el método Montessori, te propuse hacer venir a los niños y niñas de la clase de 5 años de Ton i Guida, junto con sus mesas y sillas, y montar una clase vivencial y real en el aula que me tocaba ocupar en la Universidad. Y el aspecto que yo creo más importante es que esto, que ahora sería impensable, entonces tú lo encontraste muy adecuado, como si fuera la cosa más natural del mundo.
Nos hiciste ir a buscar a Verdum, y llegamos todos los niños, la maestra de la clase de 5 años, los muebles y yo en un gran camión.
Y, claro, todo el mundo también lo encontró natural, ya que era para mejorar la calidad de un curso, y éste tenía que ser siempre el único criterio: los maestros pudieron ver muy bien la dinámica de una clase «montessori «, y los niños estuvieron felices y serios, convencidos de la importancia de su papel, sin que nadie tuviera que explicar nada.
Probablemente tu recuerdo, ahora, es diferente del mío, tal vez es aún más potente; y si digo potente, es porque pienso que tiene algún poder….
Escúchame Marta: yo quisiera que tuviera el poder de renovar mis ilusiones de ahora, todas las que necesitan los maestros de hoy, y que también tuviera el poder de despertar otras nuevas en los responsables de la educación en nuestro país.
Porque justamente eso es lo que hacías tú: despertar ideas e ilusiones nuevas …
¡Y ahora nos faltas mucho en esta tarea!
6. Recuerdas cuando decidimos hacer práctica de los nuevos «bloques lógicos» justo a medio camino de la travesía de montaña Ull de Ter – Nuria?
A primera vista parece algo que no liga, pero bien mirado, sí ataban, el descanso necesario para coger nuevas fuerzas y la necesidad de pensar siempre en la renovación de la escuela.
Hacía pocos días que Eduard Bonet había venido a Rosa Sensat, volviendo de París y llevando bajo el brazo la caja de un material nuevo que acababa de salir para practicar la lógica y que se llamaba «los bloques lógicos» de ZP Dienes, y que entonces creímos que era sólo para el parvulario. Yo me lo había estudiado, y estaba más contenta que una niña con un juguete nuevo y, como durante la semana todos teníamos mucho trabajo en nuestras respectivas escuelas, tú y yo decidimos que una buena excursión en el Pirineo, lejos del tráfico de la ciudad, sería el ambiente más adecuado para profundizar en las maravillas que aquel matemático húngaro acababa de lanzar al mercado.
Fuimos seis personas a la excursión. Yo guardo una fotografía de ese día. No te lo envío, porque precisamente tú no sales, ya que eres quien la hizo, y sobre todo, porque no puedo imaginarme como la verías ahora.
Aquel, y otros descubrimientos semejantes, fueron como la nueva luz de una ventana que se empezaba de abrir. Ahora, recordándolo, pienso que estábamos locas por mejorar la educación…. pero debe de ser una locura que no caduca…
Tú conseguiste encomendarla a muchas y muchos maestros. ¡Ojalá que el entusiasmo de los que aún estamos en esta misma batalla llegue también a hacerse contagioso!
7. ¿Recuerdas cuando, unos años más tarde, nos visitó el desánimo?
Sí, el desánimo nos vino varios años después de la muerte de Franco, cuando nos creíamos que ya teníamos todos los elementos necesarios para que el sistema educativo funcionase bien en la mayoría de centros, pero constatábamos que la realidad no era así. Quizás creíamos que ya no podíamos hacer nada más … O quizás todos estábamos demasiado cansados …
Lo que ahora me parece realmente extraordinario es el hecho de que antes estuviéramos convencidos de que lo conseguiríamos con una fe sincera y una gran voluntad de cambiar todas las cosas que veíamos injustas; necesitábamos creer en lo que hacíamos, y nos habíamos lanzado a la tarea en cuerpo y alma. Pero ahora lo veo diferente: ahora pienso que teníamos una esperanza todavía muy poco probada.
Aquellos ánimos y aquel empuje de los tiempos difíciles duraron más o menos los diez primeros años de la democracia; continuábamos haciendo lo que creíamos mejor para los niños y niñas, pero con una gran diferencia: ahora podíamos defenderlo públicamente y la lucha era noble y abierta.
Pero después de este período vino otro: a todo el grupo de compañeros y compañeras con quienes compartíamos estos ideales nos tocó vivir el desengaño; vino poco a poco, sin ruido… como un sentimiento nuevo que fue creciendo dentro de nosotros…
Todos juntos ya no estábamos tan seguros de que la escuela de nuestro país cambiaría… ¡Lo veíamos tan difícil! Pienso que para mí fue quizás el tiempo más duro, y lo que me ha costado más de asumir ha sido la gran lentitud de los cambios profundos.
¿Recuerdas un día que, paseando por el patio de la Escuela de Verano, hablábamos del tema tú y yo muy preocupadas? ¿Quizás lo vivíamos como un cierto fracaso? No recuerdo exactamente lo que decíamos, pero sí que ese día nos atrevimos a formularlo y a hablarlo serenamente. Tú siempre has sido más serena que yo y creo que pasaste por este proceso más equilibradamente.
Por mi parte, ha sido precisamente a partir de ahí, de la parte más áspera y difícil de mi experiencia profesional, que he ido descubriendo y aprendiendo de la vida: que más allá de las apariencias, de una manera muy diferente a como lo habíamos previsto y soñado, y sin lugar a dudas a un nivel más profundo, las cosas cambian y el mundo avanza. Lo que nos pasa es que las personas difícilmente sabemos captar y distinguir los diferentes ritmos de la vida: nuestro tiempo humano es muy corto respecto al tiempo que necesita cualquier cambio social o ético de nuestro mundo.
Marta, ahora que ya no nos vemos, sólo escribiéndote puedo compartir contigo lo que pienso: tú sabes que a mí, personalmente, la conciencia de este cambio del mundo, lento y progresivo, y la posibilidad de tener un papel como miembro activo, siempre me ha apasionado. Seguramente es por eso que no puedo dejar de trabajar por la educación. No sé dejarla, ya sea con más o con menos fuerzas físicas…
Estimada Marta,
¡Sé que recuerdas todas estas cosas y muchas más! Compartirlas contigo me ayuda a no irlas olvidando poco a poco…
Y el recuerdo de tu amistad, de tu casa de Saifores y, sobre todo, de tu calidez, me ayudan a vivir.
Te prometo que estaré atenta, por si me respondes …
Marian
* “més fort que la mort és l’amor” verso de Carlos Bozalongo
La presente entrada es obra de Maria Antònia Canals y apareció en la web de Feemcat en mayo de 2014.
Esta entrada participa en la Edición 5.6: Paul Erdős del Carnaval de Matemáticas, cuyo anfitrión es el blog Cifras y Teclas.
3 comentarios sobre “Carta a Marta Mata, de Maria Antònia Canals”